lunes, 20 de abril de 2015

Pensamiento Gastón y el Sendero Gastronómico

Lo ves en el cable, lo ves aclamado en las conferencias y lo ves en la sopa, la gente llena sus restaurantes para disfrutar de las delicias que se ofrecen ahí y tan solo es un cocinero.

Este próximo Brescia o Romero ha logrado consolidar un imperio del gusto y destronar a Macchu Picchu como sinónimo de Perú.  Su arma principal es una sartén y sus municiones las especias con las que adereza cada plato.  Si hace unos años teníamos a Gonzalo apuntándonos a la cabeza, Gastón le dio vuelta a esa imagen magra apuntando los estómagos de agradecidos comensales y los corazones de la gente.

No solo demuestra ser un exitoso empresario, sino tambièn maneja las formas de nuestros políticos de antaño, herencia paternal que pudo decantar en una postulación presidencial el 2016 y que se cansó de echarle arroz con leche a la posibilidad cada vez que un medio se lo menciona.  Sin duda, no es lo mismo dirigir una empresa donde puedes ser un dictador bueno haciendo y deshaciendo a tu antojo, en lugar de dirigir un aparato mediocre sin forma de remendar, una olla con mucha carne quemada en la que ningún chef querría cocinar, Gastón lo pensará mucho antes de salir de su sendero exitoso.

El pensamiento Gastón apunta a tomar el poder por el estómago, sigue seduciendo a las masas con platos exquisitos y con obra social, todo en sus restaurantes es compartir, trato que se siente en sus programas y en su contribución a la industria gastronómica, jalando a todos los actores en su coche, ha creado un modelo en el que todos se benefician de alguna manera y por tanto genera inclusión, este modelo podría replicarse a otras industrias como las artes o el software y dejar las argollas para generar talento.

El pensamiento Gastón es la verdadera revolución que necesitamos, un punto más de partida de ese sendero gastronómico para alcanzar el anhelado desarrollo.

jueves, 9 de abril de 2015

Tengo miedo

Hoy quiero confesar que tengo miedo....

Tengo miedo de cruzarme con un conductor borracho y que me saque una pierna como premio consuelo a no haberme quitado la vida.  De las noches inseguras donde un pistolero te llena de plomo por no entregarle tu celular o las pocas cosas que logras ganar trabajando (también con mucho miedo de que te boten).  Tengo miedo de los Policías que te piden contribución y de los que no les importa si ya eres el 20avo que acaba de denunciar un delito, miedo de la inacción.

Es miedo de ofrecerme para el zarandeo gratuito de una custer que se pasa la luz roja, del cinismo de los choferes que te pueden atropellar y no sentir remordimiento.  Tengo miedo de las balas perdidas y de las encontradas también.  Miedo de la impotencia.  Miedo de perder el trabajo, miedo de encontrar otro trabajo con un jefe mediocre y egoista.

A pesar de todo, más miedo me da ver sufrir a mi familia, que le ocurra algo a mis hermanos, a mi esposa, a mi madre y a todos aquellos con quienes de alguna manera guardo una relación cercana.  En una ciudad donde el miedo se apodera de sus habitantes, impera una profunda desconfianza que no permite el menor asomo de desarrollo, estamos en un círculo vicioso, esperando el próximo gran terremoto y ahí sí veremos que colapsamos.